
Prunus domestica
Ciruela Mayera
Familia Rosáceas
Árbol caducifolio de tamaño medio, que suele alcanzar entre 4 y 7 metros de altura. Presenta un tronco robusto con corteza grisácea y fisurada en ejemplares adultos. Su ramificación es densa y la copa redondeada a ligeramente extendida. Las hojas son simples, alternas, ovadas y con los bordes finamente dentados. Son de color verde intenso en el haz y más claro en el envés, con una textura lisa y algo coriácea.
La floración ocurre a finales de invierno o principios de primavera, generalmente en febrero o marzo, antes de la brotación de las hojas. Las flores son de tamaño medio (alrededor de 2-3 cm), con cinco pétalos blancos que destacan por su fragancia suave y aspecto delicado.
El fruto es una drupa de forma ovalada o ligeramente globosa, con piel fina que puede ser roja, morada, verde o amarilla. Su pulpa es jugosa y dulce, con un sabor que combina matices ácidos y dulces. El hueso es relativamente pequeño.
La etnovariedad “Ciruela Mayera” se caracteriza por producir frutos de calibre mediano a grande, de piel fina y tonalidades que oscilan entre el amarillo y el rojo púrpura, con una carne jugosa y aromática que ofrece un sabor dulce con un toque ácido muy agradable. Su maduración tiene lugar a finales de junio y principios de julio, posicionándose como una variedad de ciclo medio-tardío en la temporada frutal.
Originaria de Europa y Asia occidental, la ciruela doméstica se ha cultivado tradicionalmente en la cuenca mediterránea y otras regiones templadas. La variedad Mayera es especialmente valorada en zonas como Murcia, Valencia y Aragón, donde se adapta bien a climas mediterráneos con inviernos frescos e inviernos secos.
Prefiere suelos profundos, bien drenados y con buen contenido en materia orgánica. Aunque es resistente a condiciones de sequía moderada, su producción y calidad mejoran considerablemente con riegos regulares durante la temporada estival. Es sensible a las heladas tardías, que pueden afectar la floración y el cuajado de frutos.
Las ciruelas se consumen frescas, pero también son muy apreciadas en conserva, secas o en preparaciones como mermeladas, compotas y repostería. Son ricas en fibra, vitaminas (particularmente vitamina C y vitamina A), minerales y antioxidantes, lo que contribuye a beneficios digestivos y para la salud cardiovascular.